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Los Impresionistas y la Fotografía en el Museo Thyssen-Bornemisza

 

Desde los primeros daguerrotipos que surgieron a finales de la década de 1830 y, sobre todo, tras el descubrimiento a lo largo de los años posteriores de las técnicas de impresión fotográfica sobre papel, la relación de la fotografía y la pintura ha sido muy estrecha a lo largo de los últimos siglos. El ojo artificial de la cámara de fotógrafos como Le Gray, Cuvelier, Nadar o Disderi, entre otros autores destacados, estimuló en distintas facetas artísticas y técnicas a Manet, Degas y otros jóvenes impresionistas de la época, que encontraron el la fotografía y su desarrollo conceptual un nuevo modo de mirar el mundo, y para plasmar después esa manera de recoger las imágenes a la pintura bajo nuevas formas.

 


RENOIR: Mujer con sombrilla en un jardín (1875). CONSTANT PUYO: Retrato femenino en naturaleza (s.XX)

 

La fotografía le valió al impresionismo no solo como fuente iconográfica, sino también como inspiración técnica, tanto en la observación científica de la luz y los colores como en la representación de las formas, dentro un espacio asimétrico y truncado que facilitaba la exploración de la espontaneidad y la ambigüedad visual en la nueva manera de representar la realidad. Y de la misma manera, no sólo los pintores se vieron influenciados por esta nueva manera de captar la realidad, si no que también, por influencia de la nueva factura impresionista, algunos fotógrafos comenzaron a preocuparse por la materialidad de sus imágenes, y así se lanzaron a buscar nuevas fórmulas para hacer sus fotografías menos precisas y con un efecto más pictórico.

 


Las hermanas Bellelli (1866) y fotografía, ambas realizadas por EDGAR DEGAS

 

El papel primordial que ha adquirido hoy la fotografía en el panorama del arte contemporáneo ha hecho resurgir el interés de la historiografía artística por el impacto que su invención provocó en las artes plásticas. La exposición Los impresionistas y la fotografía, que el museo presentará el próximo 15 de octubre de 2019, se suma a esta línea historiográfica, planteando una reflexión crítica sobre las afinidades e influencias mutuas entre fotografía y pintura, sin olvidar la fructífera polémica entre críticos y artistas que su aparición desencadenó en Francia durante la segunda mitad del siglo XIX.

 

La muestra, comisariada por Paloma Alarcó, se articula en nueve capítulos temáticos - El bosque, Figuras en el paisaje, El agua, En el campo, Los monumentos, La ciudad, El retrato, El cuerpo y El archivo - en los que confluyeron los intereses de pintores y fotógrafos.

Imagen de portada: EDGAR DEGAS - Bailarina basculando (Bailarina verde), 1877-1879. Pastel y gouache sobre papel. 64 x 36 cm © Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid

 

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