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JOSÉ ANTOLÍNEZ (Madrid 1635-1675).  Santa Catalina de Alejandría.   Óleo sobre tabla. JOSÉ ANTOLÍNEZ (Madrid 1635-1675). Santa Catalina de Alejandría. Óleo sobre tabla.

JOSÉ ANTOLÍNEZ (Madrid 1635-1675). 
Santa Catalina de Alejandría. 

 

Óleo sobre tabla. 84 x 60 cm. 
Con número de inventario en el ángulo inferior derecho: "47". 


 
José Antolínez, junto a Mateo Cerezo, Juan María Cabezalero y Juan Antonio Escalante, fue uno de los principales representantes de la generación de pintores madrileños que sucedió a Carreño, Francisco Rizzi y Herrera el Mozo. Considerado una de las figuras más interesantes de la pintura de su tiempo, se le reconoce como el gran exponente del pleno barroco que renovó el arte en la corte española durante el tercer cuarto del siglo XVII. Discípulo de Francisco Rizi, Antolínez supo combinar la riqueza cromática de la escuela veneciana, la fuerza expresiva del barroco flamenco y la atmósfera velazqueña, desarrollando un estilo propio de gran originalidad y refinamiento.
 
Pintor que cultivó diversos géneros —religioso, mitológico, retrato, paisaje y escenas costumbristas—, es especialmente conocido por sus Inmaculadas y Santas, obras de gran originalidad y refinamiento consideradas las más personales de la escuela madrileña. La representación de Santa Catalina responde al tipo iconográfico creado por Antolínez en su serie de Inmaculadas y Santas, caracterizado por la delicadeza, la sofisticación, el talento para la composición sagrada, la sensibilidad para plasmar la belleza femenina y el colorido refinado.
 
Sobre un fondo de paisaje, Antolínez representa a Santa Catalina con semblante recogido y dulcemente ensimismado. Sus cabellos castaños y ondulados caen sobre la espalda, siguiendo la moda femenina del siglo XVII. La santa aparece en primer plano, majestuosa, con corona y joyas; la mano derecha elevada expresa su elocuencia, mientras que en la izquierda sostiene la palma del martirio. A su lado se encuentran la espada y la rueda, símbolos de su sacrificio, y en el segundo plano se aprecia su entierro milagroso por los ángeles. La iconografía se inspira en la Leyenda Dorada de Santiago de la Vorágine, que relata la vida de Catalina, princesa de Alejandría que rechazó casarse con el emperador Maximiliano para consagrarse a Dios y que, tras refutar públicamente a numerosos sabios, fue martirizada en el año 308. Según la tradición bizantina, sus restos fueron trasladados por ángeles al monte Sinaí, donde siglos más tarde se fundó el monasterio que lleva su nombre.
 
Destaca la riqueza cromática de la obra, dominada por azules, delicados rosas y blancos refulgentes que vibran sobre la superficie con una transparencia y luminosidad excepcionales. El color, aplicado con pinceladas amplias y seguras, predomina sobre el dibujo y transmite la soltura técnica y la fuerza expresiva característica de Antolínez.

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