El lienzo, firmado por el pintor Carlos Blanco apodado “el Sereno. Pintor nacido en Cádiz, 1780- 1846). Blanco,  destacó en la pintura religiosa y en retratos, participando en concursos de la Real Academia de San Fernando en Madrid en 1805 y 1808.
 
En el interior de una habitación, el retrato de una dama noble se erige en el centro de la composición. Sentada con gracia en una silla, su presencia irradia distinción. Su mano izquierda reposa sobre un tapete rojo adornado con borlas, mientras que la derecha descansa con serenidad en su regazo y sostiene un abanico. Ataviada con un vestido de seda blanca realzado por un cinturón rojo, la dama lleva consigo el esplendor de numerosas joyas. Un chal de seda azul, bordado con flores, y un tocado de plumas añaden un toque de sofisticación a su imagen.
 
La mirada directa de la dama hacia el espectador revela una profunda introspección, destacando la habilidad del artista para capturar la esencia psicológica de la retratada. Además, la maestría en la representación de las texturas y telas dota a la obra de una elegancia sofisticada.
 
Otros retratos de Carlos Blanco el Sereno, Retrato de Isabel de Braganza y Fernando VII,  se conservan en el Museo Nacional del Prado.